Un árbol de rosas
Cuando fuimos a vivir a Top Lodge
mi madre me dio un árbol de rosas.
No tuvo que pagar por él,
estaba creciendo ya ahí,
alto y viejo, sobre el camino de grava
donde solíamos andar en nuestros patines.
A nadie más se le permitía cortar
los enormes pétalos blancos que olían dulcemente.
Fue mío todo el verano.
En octubre nos mudamos otra vez.
Pero aun cuando no volví a verlo
no pude dejar de sentirlo mío:
uno de esos eternos presentes.
En la nueva casa tuve un pato.
Suscríbete para recibir actualizaciones
Comentarios
Más de Fleur Adcock
Los más leídos
- Isla al sí. Antología de poesía neozelandesa de Libros 32 visitas
- Azul amarillo de Libros 19 visitas
- Tomando mi chaqueta para dar un paseo, de Peter Olds de Libros 17 visitas
- Una lección de poesía para mi padre, de Gleen Colquhoun de Libros 4 visitas