Un hombre parecido a Rembrandt
Cuando subía hoy la cuesta de camino a casa,
me crucé con un hombre parecido a Rembrandt:
un intenso, impresionante rostro; rojizo y encorvado
con tristeza, los ojos acuosos y un largo bigote.
Nos miró e incluso nos sonrió
farfullándonos un áspero “hola”.
Pensé en la vida y la obra de Rembrandt;
Volteo para ver hacia dónde el hombre se había ido.
Demasiado tarde –había desaparecido al fondo
del sendero invernal; el brillo del sendero
refleja el blanco plomizo del cielo
y los trémulos perfiles de los árboles.
Entonces me digo:
Yo conozco a este hombre. Conozco estos árboles,
conozco este pueblo que se levanta
a la mitad del sueño de sus valles invernales, frío pero animoso.
Y volví a casa pensando en la sonrisa de Rembrandt.
Volví a casa pensando en el hombre Rembrandt.
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