Incidente
Cuando estabas tendido sobre la arena blanca,
una roca debajo de tu cabeza, y sonriendo,
(rodeado de conchas muertas), vine a ti
y me dijiste, extendiéndole tu mano a la mía,
«acuéstate”. Así que por un momento nos acostamos
cálidamente en la arena , hablando y fumando,
con calma; mientras que el sumiso mar detrás nuestro
lamía las rocas y sopesaba el día.
Entonces me quedé, suavemente, dormida, y caí
en un sueño profundo de abismos.
Eran los mitos de las cuevas, todos los mitos
del túnel o de la torre o del agujero
del conejo de Alicia en la tierra,
o del camino de Orfeo: un maletín de caracol
al infierno, decorado de peligro y duda.
Luego de un traspié, desperté de súbito; y me encontré
cercada de agua. Mi cabello estaba mojado,
y tú estabas sentado sobre la arena gris,
esperando que la desafiante marea me llevara:
mirando, y encendiendo un cigarrillo.
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Rogelio Guedea