Carta a Tin Grew
Estás en un asiento de pasillo de un avión presurizado
volando en algún lugar sobre la interminable turbulencia
del Océano Pacífico cerca de esas terribles cortinas
de humo negro que, según los sitios de noticias de la ventana
de mi navegador, arrasan tres estados de Australia.
Hace ocho horas ya que te dejé en la terminal internacional
y te perdí de vista entre taxis y minivans
y el oleaje de viajeros rodando maletas
hacia sus registros y te uniste a la corriente triste
de autos cuyos conductores han intercambiado adioses con aquellos
que aman. Los meteorólogos dicen que los incendios
atraen el aire del árido corazón del desierto del país.
¿Me equivoco al pensar que el amor funciona igual
en nuestros cuerpos? Es invierno adonde vas.
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