Para L.H.B
Anoche, por primera vez desde tu muerte,
caminé contigo, hermano mío, en mi sueño.
Estábamos en casa otra vez al lado del arroyo
bordeado de altos árboles de bayas, blancas y rojas.
“No las toques: son venenosas”, dije.
Pero tu mano persistió, y yo advertí un haz de luz
de extraña y radiante risotada volando alrededor de tu cabeza,
y cuando te inclinaste vi las bayas brillar.
¿Recuerdas? Les llamábamos ¡Pan de Muerto!
Desperté y escuché el viento gemir y el rugir
del agua oscura precipitándose en la orilla.
¿Dónde –dónde está el camino de mi sueño para mis ávidos pasos?
Junto al recordado arroyo mi hermano se detuvo
esperándome con bayas en sus manos…
“Son mi cuerpo. Hermana, tómalo y come”.
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