El insomne sabe demasiado

Voces oscuras le hablan

sobre la sustancia más tóxica

conocida por el hombre, sobre las papas heirloom

y por una hora un dolor agudo.

La próxima semana: un dolor crónico.

 

Alrededor suyo diminutas luces verdes, rojas y naranjas

donde las cosas permanecen en modo sueño y en modo espera.

La casa es una ciudad llena de tráfico

pidiendo que le digan cuándo detenerse y cuándo arrancar de nuevo.

 

Por debajo de las sábanas su cuerpo está impasible

y cálido como un animal.

Son tantos los litros de sudor que destila

que ella podría ahogarse en su colchón,

podría yacer en él como un tanque

o un ataúd de cristal.

 

Toda la noche la casa crepita y tirita

como un pastel enfriándose sobre una rejilla.

Con las cortinas corridas no se ven

más que los dos ojos abiertos,

sólo dos ojos de muñeca luchando por abrirse.

 

Por la mañana vienen hombres a romper botellas

y a cortar, los hombres saltan de su camión

y exterminan cientos de margaritas

que de noche se cierran como campos de puños

porque incluso las flores

saben cómo conciliar el sueño.

 

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