Poema fantasma 3 -El otro lado del cristal
El mismo día que murió George Michael
yo preparaba un asado de salchichas para una fundación.
Su fantasma se sentó al lado mío en mi auto mientras
veía cómo las redes sociales explotaban de pena y enlaces
a sus grandes éxitos. George me cogió de la mano
y me pidió que no llorara antes de preguntarme por qué
olía a carne quemada. ¿Estamos en el infierno?,preguntó.
Lower Hutt, respondí. Mi cuello enrojecido por el sol
expedía un calor residual o tal vez era
la chispa del recuerdo de cuando lo vi
actuar en Sydney Mardi Gras en 2010 flanqueado
por vaqueros descamisado, papis en piel y
policías en pantalones de látex. Lo pienso
todo el tiempo. De vez en cuando tengo ganas de
revivir de nuevo aquella noche, escurridiza ansiedad recorriendo
mi columna vertebral cada vez que miraba a los ojos
de otro chico, esperando que su sonrisa me correspondiera.
Un cierto ritmo puede desatar el calor del cuerpo en una noche luminosa
y todas las demás noches de un despreocupado anhelo dando tumbos
desde entonces de la apabullante pista de baile al vigoroso
aire de las 3am con su voz todavía resonando en mis oídos:
Tienes que ir a la ciudad.
Tienes que llegar al otro lado del cristal.
Algunos de nosotros no somos ni sombras ni rayos de sol
sino el atisbo de un incipiente verano que nos atrapa
en algún lugar intermedio como manos que nos presionan contra
el borde del resto de nuestras vidas. El vaso era
mi propia creación y todas mis maravillas futuras devinieron
en un pensamiento rápido y decisivo en la distancia. Escribí todos
mis deseos en mi aliento para que alguien los pudiera leer.
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