Un poema de amor

Una mujer entra en una habitación donde hay un florero sobre la mesa.
La mesa está casi pegada a la pared, al lado de una ventana abierta,
de tal modo que el florero pareciera estar al lado de la ventana,
contra los árboles, sobre un claro del césped,
en el preciso segundo en que entra la mujer.
Ella camina hacia el florero para tocarlo, girarlo un poco,
posar sus curvados dedos en el curvado borde, abstraída
de lo que sostiene, incluso de sus propias manos,
aun cuando el florero es extraño y perfecto,
es de sus manos de lo que ella está orgullosa.
Ella sale de la habitación, deja la mesa como una mesa, la ventana
como una pura ventana –el mundo tal como éste es.
Sin embargo, el césped afuera se ha modificado, y también la hilera de árboles,
y la sombra de la hilera de árboles de la palidez
del césped recién cortado.
Aunque nada se ha movido, todo cambió.
En cada ventana, ilusiones.
En cada puerta, amor.

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3 comentarios en “Un poema de amor”

Excelente manera de expresar que un gesto en un instante puede cambiarlo todo. Gracias por el poema.

REALMENTE HERMOSO.

Y gracias también, desde luego, por la traducción del poema. Saludos, maestro Guedea.

Comentarios

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