Ronquidos

Esas personas que roncaban abajo en el pasillo

hace veinte años fueron tus padres.

Ahora ellos son tú mismo.

Esas personas en los sillones

buscando a tientas sus anteojos

con algo de sordera.

Sí, también lo fueron.

Han resucitado otra vez

en las bocanadas de tus ronquidos,

en el crujido de tus rodillas cuando deshierbas

las hojas de las espinacas primaverales.

Mira también esa llama de los tulipanes naranjas

que brotó de la tierra junto a las montañas:

una hija las plantó para recordar a su padre.

Y así vamos conduciendo de regreso al pasado

en ese viejo auto sin cinturones de seguridad

y frenosendebles. Y así vas a recoger las botellas de leche

por el camino de grava helada mucho antes

de que estuvieras consciente de la dolencia humana del ronquido.

Ahora acuéstate y escucha la sinfonía

de ronquidos. Ahí estás, dándote la espalda al director de orquesta,

pero entre el gran coro

de roncadores.

Escribe un comentario

Suscríbete para recibir actualizaciones

Comentarios

Más de Richard Langston

Los más leídos