Padres e hijos

Padre e hijos se encuentran

a través de muchas puertas

que ríen, abofetean, aplauden, cortan, sangran

bloquean, lloran y dejan entrar a veces.

Y para cuando se encuentran

han sido cernidos por los harapos y huesos

de quienes eran y no pueden recordar.

 

Alrededor de nuestra casa los pájaros miná

bajan en picada como dardos. Yo cuento

los agujeros que esparcen en el cielo.

Mi hijo está en la cochera reparando

los frenos de su bicicleta.

Encerrada en su dormitorio, mi hija

ve el Capitán América.

 

He dejado de creer en Dios,

mis hijos empiezan a creer en Él.

Llevo de buena gana la herencia de mis Muertos,

mis hijos aún tienen que reconocer los suyos.

Algún día antes de que se marchen de casa

para siempre, les diré: “Nuestros muertos

son los refulgentes atuendos que arropan nuestras almas”.

 

El escuadrón de pájaros miná continúa

embistiendo  los árboles y el cielo.

Su crueldad abre heridas

en mis pensamientos.

A través de esas heridas como puertas

iré esta mañana

a conocer a mis hijos.

 

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